Se sentaba detras de la banca aquella de grietas amarillas, dibujando mounstruos de incontables peleas somnolientas, trazando caminos con un lapiz en mano y unas hojas sueltas garabateadas por pasados. Ella, serena silueta que pendia de un halo de esperanza guardada en sus medias, pedia un centavo por el dibujo, uno solo por el lienzo marcado con sus manos cansadas, marchitas. -"Dejame dibujarte la vida"- pregonando algo similar a un lamento frio parecido a la piel opaca de los lobos marinos. Perla JM